Eijo Garay foi Bispo de Tui (1914-1917), Bispo de Vitoria (1917-1922) e Bispo de Madrid-Alcalá. (1923-1963). O 21 de Julho de 1946 é nomeado Patriarca das Índias Ocidentais polo papa Pío XII, título simbólico, mas que dava prestígio ao bispo da capital de Espanha em pleno auge de um regímen interessado em renovar a ideia do Império Espanhol. Eijo y Garay foi, de facto, um dos prelados mais fiéis ao regímen, apoiando abertamente o golpe de estado fascista em inúmeras ocasions, fazendo a sua primeira apariçom pública o 15 de Agosto de 1936, quando assiste em Vigo ao içado da bandeira nacional fascista, acompanhando ao comandante militar golpista Felipe Sánchez no passo de revista às tropas.
Nos anos da República fora umha das principais figuras na oposiçom ao poder legalmente constituído, desenvolvendo um intenso trabalho desde distintos frentes, bem desde o activismo religioso, com a organizaçom do associativismo sindical católico ou o impulsionamento das escolas primárias católicas (criou a associaçom Cruzados de la Enseñanza), bem como polo seu posicionamento político-ideológico, ingressando, em 1935 na Academia de las Ciencias Morales y Políticas, desde onde combateu duramente a República.
Linhas chave na sua trajectória político-ideológica:
· Apoiou a tentativa de expansom colonial espanhola no Magreb durante o regime afonsino, expansom que ocasionou desastres como o de Annual ou Barranco do Lobo.
· Durante o Governo da República, adere aos Monárquicos, posicionando-se em contra de sectores da igreja que reconheciam a legitimidade da República.
· Apoia e promove o golpe de estado fascista contra o Governo Republicano legitimamente constituído.
Frases ‘célebres’:
· 15 de Agosto de 1936. No içado da bandeira nacional fascista em Vigo, pronuncia estas palavras: “Esta bandera gloriosa que jamás debió ser arriada del corazón de la nacionalidad la izamos ahora nuevamente, pero para no arriarla jamás, porque no habrá un solo español que deje de impedirlo con todas sus energías y con toda la sangre llevada a toda clase de sacrificios. Son los colores de esta gloriosa bandara el rojo de la sangre de nuestros padres, y el amarillo de los valores de España. Juremos todos, pues, defender la santa Patria y la santa bandera”. (180)
· Novembro de 1936. “Tengo vivísimos deseos de visitar al General Franco; pero estoy a muchos kilómetros, y tampoco está él ahora para recibir visitas. Él sabe bien lo mucho que lo quiero y admiro, y que siempre creí que él sería el salvador de España”. (187)
· 25 de Novembro de 1936. “Tengo fe ciega en el acierto del Generalísimo Franco, hombre deparado por Dios para la salvación de España, como vengo diciendo desde hace años”. (188)
· Janeiro de 1937. Na carta que leva por título La hora presente afirma: “esta España nuestras […] ha sido y sigue siendo el pueblo católico por excelencia; y de ello es buena prueba el heroico esfuerzo con que lucha hoy por su fe”. Continua: “La rebelión era para España un derecho, si quería salvarse y salvar su patrimonio histórico, su honor y su vida civilizada. Derecho que constituía un deber. […] Pues bien, en España el comunismo no podía ya ser vencido, despues de su ilegal asalto al poder, si no es con la razón de las armas, puesto que había reducido fieramente a silencio forzoso las armas de la razón, y había secuestrado los derechos de la más elemental libertad. Usurpado el poder, y el ejercicio con cruel y sangrienta tiranía, cegaba el marxismo todas la vías legales; sólo un pueblo de esclavos podía renunciar a las vías justas y legítimas para derrocar al tirano. Cuando la sustancia de la legalidad es la injusticia, no le queda a la conciencia y a la acción más recurso que buscar la justicia en la legítima ilegalidad. Tanto los individuos como la sociedad tienen derecho a su legítima defensa, que es sagrada porque es ley de naturaleza”. (190-191).
· 20 de Maio de 1939. Arrodillado, el dictador Francisco Franco oró unos instantes. El Obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, le había dicho en la iglesia de las Salesas: “Nunca he incensado con tanta satisfacción como ahora lo hago con Vuestra Excelencia”. Era el 20 de mayo de 1939, apenas un mes y medio después del fin de la Guerra Civil, y el Caudillo, triunfante, entregaba al Primado de España, el cardenal Isidro Gomá, su espada como símbolo de la “victoria” sobre la República.
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